剣道  Kendō

Dos competidores desconocidos en el Torneo de Escuela Secundaria de Shizuoka - 03/07/2016

Kendō, de Ken (剣 - “espada”) y Dō (道 - “camino”), es una de las dos disciplinas hermanas que practicamos dentro de lo que es la Esgrima Japonesa. En Kendō practicamos siempre con una pareja, un oponente, tanto “formas” y técnicas sin contacto con espada de madera, como con protecciones a modo de armadura y una espada de caña de bambú.

Dependiendo del nivel, la edad, y el estilo de cada practicante, los combates en Kendō pueden ser extremadamente veloces y explosivos; a veces con una intensidad constante, a veces con océanos de aparente calma que se rompen sólo cuando ambas partes deciden atacarse. Podemos ver esto haciendo un breve estudio fotográfico: por lo general las únicas fotos que no salen movidas son aquellas en las que ambas personas están en guardia, o en el momento justo en que el arma de una impacta sobre la otra.

Esta sincronización al momento del impacto se conoce como Ki Ken Tai Icchi (気剣体一致 - “unión de espíritu, espada y cuerpo”) y es de hecho uno de los puntos que son evaluados por los árbitros antes de declarar si hubo un Ippon (一本 - “un punto”) durante el combate. Los combates suelen ser “al mejor de 3” (primer contrincante que haga 2 puntos, o quien tenga 1 punto de ventaja al acabarse el tiempo, gana) con alargue indefinido hasta resolver el empate en caso de torneos individuales; o pudiendo quedar empatados en torneos por equipo (donde cada encuentro se divide en 5 combates individuales, de los que gana el equipo con mayor cantidad de victorias).

Si bien no se utilizan “cinturones” ni ningún otro distintivo visible, la progresión en el tiempo puede verse reflejada en la aprobación de exámenes de grado, separados en Kyuu (級 - “graduaciones iniciales”) y Dan (段 - “graduaciones avanzadas”). El “1º Dan” es lo que suele considerarse un “cinturón negro” en otras artes marciales japonesas, tras el cual hay niveles suscesivos a superar, siendo hoy en día el 8º Dan lo máximo alcanzable.

La práctica del Kendō nos invita a crecer en diversas formas simultáneamente (mental, física, espiritual, emocional, técnica…), una complementando la otra a medida que transcurren nuestros años de práctica ininterrumpida. Por lo general, al enfrentarnos a una persona mayor (eg, 70 años) que ha comenzado esta actividad en su niñez, la diferencia de nivel es tal que nos resulta imposible asestarles un golpe a menos que nos lo permitan, lo que como mínimo nos hace plantearnos “¡ojalá sea así de hábil a su edad!”.

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